El desmantelamiento del sistema de manejo del fuego, la precarización laboral y una política de persecución generan una situación caótica en la región
La Patagonia enfrenta una devastadora crisis ambiental y social provocada por incendios forestales que ya han consumido aproximadamente 37.000 hectáreas de vegetación nativa, destruido las viviendas de al menos 200 familias y forzado la evacuación de 700 más. A esta tragedia se suma la muerte de un poblador de 83 años, Ángel Reyes. Las llamas siguen avanzando, avivadas por condiciones climáticas adversas y una evidente falta de respuesta gubernamental.
Los incendios han afectado gravemente zonas protegidas como el Parque Nacional Lanín, el Parque Nacional Nahuel Huapi y localidades como Caviahue, El Bolsón y Epuyén. Hernán Giardini, coordinador de la Campaña de Bosques de Greenpeace Argentina, advirtió que esta situación podría convertirse en uno de los peores incendios desde la década de los 90 por la pérdida de biodiversidad y el daño material causado.
Recortes presupuestarios y precarización laboral
Uno de los factores que agravan esta crisis es el desmantelamiento del Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF). La administración actual ejecutó solo el 22% del presupuesto destinado para 2024, equivalente a 7.739 millones de pesos, según un informe de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN). El Centro de Estudios para la Economía Política (CEPA) señala que los recortes representan una reducción de más del 70% en términos reales respecto al presupuesto de 2023.
La situación laboral de los brigadistas también es alarmante. La renovación de contratos por sólo tres meses y el despido de 30 trabajadores en enero, en plena crisis, han dejado al servicio en una posición precaria. Según Alejo Fardjoume, coordinador de ATE en Parques Nacionales, “se deja la vida en los incendios, pero para el Gobierno eso no alcanza ni siquiera para brindar estabilidad laboral”.
El salario de un brigadista, que ronda los 600 mil pesos, es insuficiente en comparación con otras actividades en la región, obligando a muchos a buscar trabajos adicionales. Andrea Torres, exbrigadista de El Chaltén, explicó: “Aunque resulte increíble, combatimos el fuego, hacemos de guías por los senderos y realizamos campañas de prevención”.
Militarización y detenciones arbitrarias
La gestión de la crisis también ha estado marcada por la injerencia del Ministerio de Seguridad. La detención arbitraria de una docena de vecinos, acusados sin pruebas de haber iniciado focos en Mallín Ahogado y Bariloche, generó tensión en la región. Tras una movilización en El Bolsón, los detenidos fueron liberados, pero el episodio dejó un clima hostil.
Bruno Pogliano, intendente de El Bolsón, pidió la intervención del Ejército para realizar tareas de seguridad interior. Sin embargo, fuentes provinciales descartaron esta posibilidad, rechazando la militarización de la zona.
Reclamos por falta de preparación
Hernán Giardini responsabilizó al Gobierno por la falta de previsión: “Se sabía de antemano que iba a ser un verano complicado. Hubo una gran irresponsabilidad y una subestimación del cambio climático. No hubo preparación y, en medio de la crisis, solo generaron más ajustes y miedo entre los habitantes”.
El sistema de manejo del fuego también enfrenta un déficit de personal. Según un informe de la Administración de Parques Nacionales, el país cuenta con 429 brigadistas para cubrir más de cinco millones de hectáreas, lo que equivale a un brigadista por cada 12.436 hectáreas. La dotación mínima necesaria es de 750 trabajadores.
Respuesta tardía del Gobierno
Ante el avance de los incendios, el Gobierno lanzó una campaña conjunta anunciando el envío de refuerzos y una transferencia de 7 mil millones de pesos para la reconstrucción de viviendas en Chubut y Río Negro. Sin embargo, la ayuda llega tarde y parece insuficiente.
La situación en la Patagonia exige una respuesta integral y coordinada que incluya la asignación adecuada de recursos, la estabilidad laboral de los brigadistas y una estrategia preventiva frente al cambio climático. La región no puede esperar más: el fuego sigue avanzando y la destrucción ya es incalculable.