La Justicia que muerde a los descalzos. Por Guillermo Lacaze

Lo sucedido días atrás con el Juez Daniel Cesari Hernández, lastimosamente sirve como antonomasia del descrédito en el que han caído las instituciones en nuestra Provincia. La dureza de la opinión pública ante el poder y sus ejecutores y la necesidad de salvar ciertos principios rectores del Estado, como la igualdad ante la ley, imponen una discusión que es preciso dar y que sin dudas tiene como eje el replanteo del modo en que ese poder se ejerce.               

El incidente que se produjo el lunes con lo que se denominó “la agresión al Dr. Daniel Cesari Hernández”, con el correr de las horas empezó a marcar una situación diferente, a abrir un tópico de discusión que se impuso por sí solo y que tiene que ver con la precepción y la distancia. La percepción que tiene la gente de la justica y la distancia que hay entre la justicia y la gente.

Inmediatamente que se conoció la noticia, que se empezó a publicar en las redes sociales y comenzó a ser replicada en distintos medios,  la gente reaccionó de manera prácticamente uniforme, rápidamente tomando partido por los trabajadores de la empresa Dos Arroyos, culpando al juez de sobreactuación y culpando a todo el resto de las instituciones que se movilizaron en la jornada de ayer de estar, precisamente, lejos de la gente común, del ciudadano de a pie, y muy cerca y atentos cuando de algún otro poder se trata.

Hace rato que sabemos que la justicia es como las víboras, muerde al que anda en patas, y da toda la impresión de que los vecinos de la ciudad tienen incorporado ese concepto: que hay una justicia para unos y otra para otros y que no se actúa de la misma manera cuando la misma situación es atravesada por un ciudadano de pie. Acá, rápidamente concurrieron policías, ambulancias, fiscales, defensores, jueces y, además, se metió presos a los dos agresores, que a esta hora recién fueron excarcelados.

Sin embargo, las repercusiones en esto, que hoy mueve a la opinión pública, marcan claramente que la gente no se considera amparada de igual manera, que hay hijos y entenados, que hay privilegiados y privilegios y que, por sobre todas las cosas, rápidamente se toma partido por el más débil porque el más poderoso está bajo sospecha de ejercer y de aplicar ese poder permanentemente, y los jueces, muchas veces subidos a un caballo tan alto que a veces no pueden bajarse, también son un ejemplo de esto.

Para mucha gente, esto que sucedió ayer es una muestra más de cómo se hace diferencia entre unos y otros. Es una muestra de la distancia que hay entre el que tiene un poquito de poder y el que no tiene nada. No solo eso, sino que además hay una palabra que está permanentemente en danza: sobreactuación. Se está hablando de una sobreactuación del Juez Cesari Hernández, se está hablando de testigos que fueron referenciados por otros y de un accionar de la policía que inclinó la balanza rápidamente hacia el lado del poder.

Que circulen caricaturas, o memes como se les dice ahora, también es una señal, porque no hay una sola de estas caricaturas que refleje un pedido de justicia, sino que reflejan una humorada respecto de la sobreactuación, marcando sobre todo el descredito. Si nos guiamos por las repercusiones y por los comentarios sobre esas repercusiones, al Juez Cesari Hernández no le cree nadie.

Nosotros no sabemos si es cierto o no lo que pasó, no sabemos si la versión del juez es la única y la real, por el solo hecho de que no lo presenciamos pero esa “verdad”, que tiene que ver con la precepción de la gente, ya está instalada. Está instalado que el juez sobreactuó, que las instituciones sobreactuaron para proteger al juez que sobreactuó, está instalado que a los dos trabajadores les van a caer con todo el peso de la ley, pero por sobre todas las cosas, está instalado que hay una situación de mentira que se impone, que se puede mentir para salvarse o mentir para perjudicar y que hay un sector vinculado al poder que está dispuesto a sostener esa mentira a como dé lugar.

Eso, marca claramente que hay una enorme distancia entre la sociedad de a pie, la sociedad trabajadora y cumplidora de las reglas y los representantes de algunas instituciones con poder.

Esto debe servir también para que todos nos demos cuenta de lo que pasa un poco más allá del “custodio de la casa”; Porque a los jueces los cuidan a todos, en una sociedad que reclama otra cosa, no lo que le están ofreciendo; Y que es muy difícil administrar justicia cuando se está tan lejos de aquel que necesita de esa administración de justicia.

Hemos visto ayer como hasta se festejaba que le hubieran pegado un puñetazo, y esto tiene que ver con el deseo de muchos, porque muchas veces la impotencia desborda, da bronca y, en muchos casos, la reacción del ciudadano común es: me gustaría darle una piña. Cuando sucede, se festeja, no por quien la da sino por quien la recibe y esa caricatura de la que hablábamos es que el golpe lo da el ciudadano común y el que lo recibe es el privilegiado, el poderoso, a partir de lo cual nace esta discusión.

Los trabajadores ya tienen abogados, hoy los está asistiendo el Dr. Sebastián Marchisio y a su regreso lo hará el Dr. Francisco Giménez, ya está todo el aparato judicial trabajando y la policía también fue observado por como actúa y hacia dónde va a apuntar, porque también se la sindica como la socia ideal cuando suceden estos hechos.

Asusta la distancia, lo lejos que se siente el ciudadano común de la administración de la justicia en general y de los jueces en particular.

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